sábado, 28 de marzo de 2015

Descubriendo la Evolución, sin Darwin (2). Guiados por la herencia.


Desde que la humanidad surgió en este planeta reconoce un fenómeno innegable. Si dos personas pertenecen a una raza, es imposible que den una descendencia de otra, al menos sin un poco de ayuda ;). Y la cosa se va más lejos aún, y es que la mayoría de las veces no solo tiene que tener el color de piel y pelo igual de los padres, ¡también tiene que parecerse a la familia! Que locura suponiendo que todos somos diferentes.

Para las personas dedicadas al pedigrí de los animales conocen muy bien esto. Si quieren tener, digamos un caballo de carreras de buena casta, lo más probable es que apuesten a encontrar este dentro de una descendencia de caballos que ya sean buenos corredores. No se arriesgan a tomar el primer caballo de carreta que encuentran en el mercado.

Esto se debe a que cada ser vivo –y hasta seres que no están vivos-, llevan dentro de sí información de cómo debe ser su cuerpo, y esta información la pasamos a nuestra descendencia. Hablamos de nuestros genes, estos dicen cómo vamos a crecer, que color vamos a tener, como vamos a correr, que tan fuertes podemos ser, etc. Claro, nuestra genética no es lo único que influye en estos aspectos de los seres vivos, el ambiente influye muchísimo, pero de eso hablaremos después.

Los genes no son más que una secuencia de moléculas a las que llamamos “bases”, unidas una detrás de la otra en formando otra molécula larguísima en forma de cadena doble llamada ADN. La forma en que está organizada la secuencia de las bases es lo que se traduce en nuestra genética, como si fueran palabras en una oración escrita. Estas secuencias de bases luego son pasadas por estructuras proteicas las cuales las dividiremos en dos, las que hacen que se “replique”, o sea, que se produzcan dos copias idénticas para que una de estas puedan pasar la nueva descendencia  y las que “traducen”, que se encargan de leer la información contenida en el ADN, específicamente la producción de aminoácidos y estos después en proteínas. La forma en que se produzcan estas proteínas es la manera en que el ADN controla nuestros cuerpos. Por ejemplo, bien podría estar el color de un caballo podría estar modificada de esta manera el ADN: ACGTGTGACGATGCAAGTGAGTGACAGTGTGACAAGTCGATCT. Por su puesto, este es solo un ejemplo ilustrativo.



Las células en nuestro cuerpo tienen el ADN en el nucléolo que les dice como comportarse. Algunos seres vivos que consisten de una sola célula (unicelulares) copian completamente su ADN y por un breve momento tienen dos copias de este. Luego una de las copias se separa formándose una nueva célula idéntica a la anterior. Acaba de hacer un clon de sí misma. Sin embargo, nosotros los seres vivos que superiores  tenemos la dicha de tener dos copias de nuestro ADN siempre, además de poder mezclarlo con otros individuos. Que suerte, que aburrido seria el mundo lleno de clones. Cuando hacemos el amor  acto reproductivo, las células que enviamos al aparato reproductor de nuestra pareja tienen solo una copia de nuestro ADN para unirlo con la otra copia que ha donado nuestra pareja. Después de mezclados, surge una célula con un ADN completo con dos copias, en camino a convertirse un nuevo ser.

Como habrán notado, a esta nueva criatura tener una copia de cada progenitor, no puede tener más información genética de otros individuos que no hayan participado en el acto. Las orgías no se valen. Por lo tanto, tienen razón cuando dicen que se tiene que parecer en algo a la familia.
Un momento, entonces si esta información es pasada de padres a hijos y estos a sus hijos en un proceso extendido casi hasta el infinito, ¿no contradeciría esto la evolución? Pues estamos diciendo que solo esta información es pasada de manera exacta a la descendencia y no puede ser diferente a la de los padres, por lo tanto no puede surgir información nueva. Bueno como todo en la vida, nada es perfecto y la reproducción no es la excepción.
¿Recuerdan lo de las copias, específicamente lo de la replicación? Pues resulta que esas copias de nuestro ADN, tanto en los unicelulares como en los pluricelulares, son casi idénticas, pero NO exactas. Suele aparecer una que otra alteración en la secuencia que provoca la alteración de la secuencia ligeramente, pero que no necesariamente puede manifestarse ligeramente en el individuo. Por ejemplo, todos estamos a un solo cambio de base en la secuencia de nuestro gen que codifica la hemoglobina, la principal proteína para transporte de oxigeno en la sangre, para padecer de anemia falciforme. Esto es lo que se conoce como una “mutación”. Aparecen totalmente al azar, pero ciertamente hay procesos que la pueden acelerar como la radiación ionizante o la reproducción excesiva, pues a mas copias mayor probabilidad de que aparezca una mutación.



Pero todas las mutaciones no son dañinas, algunas pueden pasar totalmente desapercibidas y otras pueden conceder cierta ventaja al individuo que la posea. En el ejemplo anterior, la anemia falciforme concede una ventaja al poseedor, es inmune a la temida malaria. Y como podrán haber adivinado estas mutaciones también van a ser heredadas a la descendencia, sumando también las mutaciones de sus antepasados. Entonces, nos enfrentamos a un panorama donde no solo la información genética es replicada indefinidamente, también lo hacen genes mutados, teniendo el poder con el tiempo suficiente de transformar radicalmente una especie.
Ante esta situación veríamos  un cambio acelerado y descontrolado de las especies. Sería difícil decir que es que, al cabo de unas decenas de generaciones con todas estas mutaciones cambiando rápidamente a las especies, sin embargo esto es ciencia y por lo tanto lo predicho tiene que corresponderse con lo observado y esto no es exactamente lo que observamos en la naturaleza.
¿Entonces por qué no se observa esto en la naturaleza? Se debe a un mecanismo que los criadores de pedigrí hacen consciente o inconscientemente de hace siglos, y que la naturaleza realiza de manera espontánea, seleccionando los mejores individuos para sus respectivas tareas. Este será el tema de la siguiente entrada,  como dice el viejo dicho, en la ley de la selva, el más fuerte sobrevive.

Esta es la segunda entrada de una serie que estoy publicando acerca de como pudo haber llegado a la conclusión la comunidad científica del origen de las  especies si Charles Darwin no la hubiese descubierto. Aquí la introducción el la entrada anterior,


miércoles, 18 de marzo de 2015

Descubriendo la Evolución, sin Darwin.






Hay que tener buena memoria para mentir, porque si se desea que las mentiras se sostengan por más tiempo, hay que memorizarlas bien para que lo que se diga más adelante concuerde con la mentira. Lo mismo pasa con las historias inventadas en las que al tratar de añadir detalles se hace una historia ficticia única, diferente a todas las demás. Esto le confiere varias características, una de ellas es que una persona no puede conocer la historia ficticia al menos que alguien se la haya contado o la haya leído en alguna parte –irónicamente un poco similar como los genes son trasmitidos de padres a hijos-. Por lo que una persona no puede “espontáneamente” saber la historia por fuentes externas que relaten la historia ficticia.

¿Y qué pasa con la verdad? Con las historias reales pasa lo inverso. Los que siempre dicen la verdad no necesitan recordar con detalle lo contado, porque no tienen que hacer que la siguiente historia coincida con la anterior, simplemente la describen y como esta inalterada consecuentemente coincidirá. Una cadena de verdades.

No importa que personas totalmente incomunicadas indaguen la realidad, siempre llegaran a la misma conclusión, o por lo menos a una muy parecida si lo hacen de manera correcta y honesta sin importar que tan complicada sea, sin embargo con la ficción es imposible que dos personas incomunicadas entre si lleguen a la misma conclusión o tengan elementos idénticos, porque su imaginación empezara a añadir detalles únicos de acuerdo al estatus social, historia personal y sentimientos del creador a la historia a medida que se vaya haciendo más complicada.
Como la ciencia se trata de indagar en la realidad esa es una de sus mayores características, es universal. La pueden ejercer desde Pekín en China hasta Quito en Ecuador, y si están observando el mismo fenómeno y lo hacen de manera correcta con las herramientas del escepticismo o el método científico, tendrán la misma conclusión.

¿Y no es la Evolución una teoría científica? ¿No debe cumplir con esta regla de tener que ser descubierta sin necesidad de que se contada?

Yo leí “El Origen de las Especies, por medio de la Selección Natural” mucho después de saber en lo que consistía la evolución. Pero también me pregunte, como hubiese sido descubierta la teoría de la evolución si Charles Darwin hubiese hecho caso omiso a su curiosidad y seguido su carrera como teólogo. Paradójicamente no hubiese tardado mucho, pues junto con Darwin habían otro científico más estructurando básicamente la misma teoría, sin necesariamente conocer entre ellos en lo que estaban trabajando. Precisamente al notar que Alfred Russel Wallace, un naturalista inglés, estaba siguiendo los caminos de las pruebas que lo guiaban a la evolución, Darwin se motivó a publicar su trabajo.

Pero yo voy más lejos aún, que tal si no se hubiese descubierto en el siglo XIX, ¿qué tal si no se hubiese mencionado el tema hasta pleno siglo XX con toda la tecnología y el conocimiento acerca de la herencia hasta entonces acumulado? Esta es la razón de esta serie de entradas que estaré publicando.

Tratare de explorar las bases de la evolución que hubiesen llevado de todas formas a la ciencia a darse cuenta de la forma en que surge la diversidad de la vida en la tierra, sin necesidad de citar a Darwin en ningún momento, solo con el conocimiento actual y escepticismo. Porque la verdad, puede trascender fronteras incluso de tiempo.